martes, 31 de agosto de 2010

Sólo una pintura más


Al verlo sobre la tarima usando sólo una toalla blanca alrededor de la cintura, se me secó la boca. Tenía el torso más perfecto que hubiera visto jamás y tuve que obligarme a clavar mis ojos embelesados en el lienzo como una niña avergonzada. La profesora dio una señal de comienzo y nuestro modelo frente a nosotros se quitó la única prenda que lo cubría quedando expuesto. Completamente desnudo y hermoso. No supe por qué pero el pincel en mi mano amenazó con resbalar de mis dedos al suelo. No era típico en mí. Me sentí una idiota. Había visto miles de otros modelos en cueros para mi taller de arte, resultaba absurdo que mis mejillas estallaran en llamas. Me había hipnotizado. Él se quedó de pie, observándome con atención y pude notar mis latidos irregulares. Adiviné su piel suave, la fortaleza de sus brazos, los ángulos de cada uno de sus músculos. Esbocé unas cuantas líneas humedeciendo la brocha en la pintura, al tiempo que subía mis gafas por el puente de mi nariz. Lo retraté lo mejor que pude respirando agitada, buscando la manera de no descubrirme estúpidamente nerviosa. Él me sonrió con la mirada. Muy pocas personas poseen esa cualidad y le devolví el gesto con una sonrisa de medio lado desde mis labios. Parecía una conversación de palabras sin voz entre nosotros. Para mi fastidio, los sesenta minutos pasaron a una velocidad vertiginosa. La profesora nos ordenó detenernos y el modelo descendió de la tarima para ir a vestirse. Yo, mientras tanto, admiré mi trabajo. Sí, había logrado controlar el temblor en mi mano, casi heroicamente. Había quedado perfecto, incluso la sonrisa tácita en sus ojos color caramelo…

- ¿Nos vamos?- me preguntó mi hermana de pronto. Había olvidado que pasaría por mí al salón. Le asentí con la cabeza y miró mi pintura- Veo que ya conociste a mi novio.- agregó provocando que frunciera mi ceño. Hizo un ademán al modelo que volvía ya vestido y se acercó a nosotras. Ella me lo presentó sin poder hallar en mí alguna cosa qué decir. El fuego volvió a quemarme la cara. Él volvió a sonreírme como me había encantado y miró la pintura bajo un sutil aire de orgullo.
- Me gusta muchísimo- dijo, ambiguo y sugerente.
- Gracias… - respondí, pensando que sólo era una pintura más, y quité el lienzo del atril para guardarlo.

2 comentarios:

Mononoke- dijo...

Me encanta. Me gusta como escribes. :)

AnDRóMeDa dijo...

Muchas gracias!
Me da gusto que hayas pasado tomado el tiempo de leerme
Un beso!