viernes, 30 de marzo de 2012

Poco tiempo


Tantos relojes y el tiempo se hace nada. Las horas se desperdician por el suelo como perlas de un collar roto. ¿Cómo detenernos? ¿Cómo mirarnos unos a otros si no es chocando? El sol aparece en el este y brinca sin pausas hacia el oeste. Nos deja a oscuras, llenos de estrellas que se apagan como velas una por una. El tiempo se acaba, las estaciones no aguardan, otoño, invierno, primavera y verano… invierno, verano… verano y verano. Y nada, sólo esperamos, esperamos un primer paso que no damos, esperamos un perdón que no merecemos, un amor que no cuidamos. Culpamos, para eso somos buenos, te culpo por no amarme pero no te dije que te amaba… te culpo por no estar pero no hice nada por llamarte. El tiempo se acaba, el mar se nos viene encima, la mierda nos llueve y lo único que hacemos al respecto es observar como voyeristas de nuestro propio final.

jueves, 29 de marzo de 2012

Y el chico sentía dolor...


Sentía angustia, terror y desolación. Todo lo que un ser humano experimenta en minutos de violencia. A ellos no les importó. Sólo golpeaban. Para sus mentes repletas de mierda, el chico no era más que una amenaza para la sociedad plana que conoce un ángulo, una única perspectiva. ¿Y qué hay de los antiguos astrónomos? ¿Qué hay de su valiente perspectiva de que la Tierra era redonda y no plana? ¿Por qué regirse bajo una convicción cuando puede haber varias?

El chico sentía dolor, efectivamente. Dolor humano. Estaba hecho de carne y hueso, estaba compuesto por células, por un corazón, un hígado y un par de pulmones. Tenía esperanzas, sueños y miedos como cualquier otro chico. Cuando los agresores terminaron de torturarlo, comprendieron que sí, tenía venas bajo la piel, tenía articulaciones, sensibilidades… era como ellos pero mejor a la vez. Su amor podía presentarse de distintas formas, colores, condiciones, etc. El odio en ellos, en cambio, se presentaba siempre de la misma manera asquerosa, nociva, saturada de malolientes intenciones que provocan asco.

El chico tenía vida y era tan frágil como todas las que respiran. Murió en la camilla de un hospital por amar demasiado y no amar como la mayoría. Sus agresores comprendieron otra vez que era una persona, con energía, alma y cuerpo. La sangre es roja en todas las venas y tuvieron que verla esparcida por sus manos tuberculosas para creerlo; sí, el esqueleto se rompe y el idealismo mata. Ellos esperan sentencia, un castigo impuesto a su tiempo, sin embargo los años pasan, sólo pasan… la mente retorcida, por su parte, muta, involuciona y se resiente. Cuando se cumpla la condena saldrán a la calle, pasarán por donde habían golpeado al chico, reirán, beberán una cerveza y al salir, volverán a odiar al que ama otro matriz... porque para ellos sencillamente es diferente.


Dedicado a Daniel Zamudio, que en paz descanse.


martes, 20 de marzo de 2012

Otra cosa es con lluvia



Siempre supe que la lluvia me devolvería esos recuerdos hogareños. El fuego vivo crepitando en la chimenea, los niños correteando por la casa, los juegos de mesa a media tarde y yo, ronroneando a sus pies mientras ella preparaba algo caliente en la cocina. Años han pasado de eso. La chimenea ya no se usa, los niños crecieron, la ancianidad ha cobrado su parte y los inviernos cada vez son más fríos y más secos.
Hoy, sorpresivamente comenzó a llover… y yo, tal como me lo esperaba, comencé a llorar.

viernes, 16 de marzo de 2012

Final


Lo vio marcharse desde el balcón de su apartamento pensando en que pudo cerrar la ventana obligándose a permanecer adentro. Las malditas hojas secas que caían como vencidos soldados del verano hacían su partida mucho más novelesca y hermosa… ¿por qué hermosa?, se preguntó, y encendió un cigarrillo tratando de no perderse en musas enemigas que sólo se burlaban de ella. Miró hacia los jardines lejanos del vecindario y los rosales se movían a merced del viento estival. Todo parecía conspirar para un idílico final. Él volteó un instante para mirarla a distancia y la inevitable cinta kilométrica de los recuerdos pasó entre ellos en sólo segundos. La joven deseó que aquellos momentos vividos pudieran sacudirse de la memoria, soplarse como las hojas de un Diente de León y liberar su presencia al antojo de la brisa.