domingo, 1 de enero de 2012

Crónicas de una joven en Converse - I


Partimos de nuevo...


2012. Nuevo comienzo. Aquí estamos, preguntándonos si las películas gringas serán una realidad o sólo la imaginación de cineastas con ideas manoseadas y paranoicas. Como hoy inicia un nuevo año, comenzaré una nueva forma de retratar la inspiración, de volverla una aliada y no una fugitiva la cual tengo que perseguir por cada recodo de mi mente. Este año cumpliré veintinueve años de vida en abril y el estar al borde del cambio de folio te hace ver las cosas de un modo diferente. No sé si es la madurez o qué, pero la vida me emociona mucho más, me he vuelto una llorona de proporciones épicas, donde una película, un reportaje, incluso una brusca respuesta puede causar en mi pecho ese latido intenso.

Vivo en Santiago de Chile, tengo una carrera universitaria en informática y un trabajo que se enfoca en ella. Sin embargo, tengo el alma y el corazón impacientes por escribir, por contar historias y convertir fantasías en realidades. Claudia, una de mis mejores amigas, me dice que debo tener mayor confianza en mí misma para conseguirlo pero mi problema es un poco más simple, o quizás igual de complejo: falta de tiempo y de inspiración. La ley de Murphy muchas veces aplica en mi vida: cuando tengo tiempo, la inspiración no me acompaña y viceversa. Ahora que estoy un poco más madura- lo digo yo, no sé si cuenta- tengo ganas de relatar otras cosas. No creo que mi propia vida sea tan interesante, pero sí tengo personas a mi alrededor que lo son y la vuelven cada día una enseñanza.

Como esta madrugada, primeras horas de un año que recién comienza y Pepa, otra de mis mejores amigas, me hizo ver el valor de la confianza y que el amor es una puta molestia cuando le duele sólo a una persona. Eso me hizo meditar cosas que quizás por estar concentrada en otras no atendí. Años atrás, nuestros padres tenían una vida estructurada, donde cada paso estaba planeado, cronometrado y sistematizado. Para una mujer el amor es el doble de complicado. Cuántas veces no escuché a tías, a mi madre, decir: Casarte era la única forma para irte de la casa. Esa generación siguió un patrón donde, a mi edad, ya tenían dos hijos y un matrimonio consolidado, una casa por la cual velar y cuentas que pagar. Yo no tengo nada de eso, ni siquiera pretendo compartir un techo en el corto plazo y ese es mi único “plan” hasta el momento. Nuestra generación ha roto ese esquema y ahora estamos como barcos a la deriva, con miedo a amar, a dejar el nido, y darte cuenta que no sirvió de nada. ¿Qué hacer al respecto? ¿Arriesgarse? ¿Protegerse siempre? Creo que con preguntas como esas, hacen que quieras volver a tener trece donde el primer beso era el gran tema. Y Aquí seguimos… dieciséis años después esperando el último primer beso.

Nuevo blog: http://unajovenenconverse.blogspot.com/