viernes, 18 de noviembre de 2011

Barbie empeñó su puto Corvette


La rubia pensaba tanto en él y en las frivolidades que perdía su identidad a ratos. Tampoco se detenía a enterarse si el hoy era el presente o confusamente un futuro incierto de colores tan falsos como el rosa. Ella se dejaba caer en su fantasía, se dejaba caer a los pies de su cama notando que desde esa perspectiva se veía inmensa y desolada como terrenos lunares nunca antes explorados. Renunció a las lágrimas por la sonrisa cínica y después reparó que el gesto en su cara no cambiaba. Era una máscara plástica digna de una vida plástica y perdida.

Las cosas comenzaron a cambiar cuando él dejó de mirarla como un ser intrigante para considerarla finalmente plana, banal, tan aburrida y predecible como los finales felices. Ella lo puteó, encaró su fantasía de mierda y le azotó la puerta retumbando así las ventanas de su casa perfecta. Condujo por las avenidas sin curvas sabiendo que para comenzar una nueva vida tenía que quemar la antigua. Empeñó su puto corvette rosa y ahorcó su pasado con los collares de perlas. Destruyó sus vestidos de diseñador y los reemplazó por unos jeans desteñidos que de puro honestos estaban rotos en las rodillas. Se miró al espejo y seguía bella, de hecho mucho más real y atractiva.