viernes, 11 de diciembre de 2009

Ojo por ojo


Ajuste los espejos, encienda el motor, pase primer cambio, suelte el embrague despacio… y vamos acelerando. Así fui indicándole a mi más hermosa alumna en lo que llevo como instructor de manejo. La libreta de notas en mi mano temblaba como rama de árbol al viento por su culpa y tuve que respirar profundo repetidas veces. Parecía que me estaba dando una embolia. Trataba de mirar hacia delante para que no me empañara los anteojos su gracia y belleza. Me sentía el más perdedor entre los perdedores creyendo que la separación entre nuestros asientos era una verdad absoluta e innegable. Nunca podría siquiera rozarla. Solté el nudo de mi corbata, me sofocaba.


Anduvimos por la avenida 5 de abril, una de las arterias principales de la ciudad, pasando los demás autos con la misma seguridad de un conductor experimentado. Me sorprendió mucho su determinación, su talento al maniobrar, su paciencia. La miré de soslayo notando que la línea de su ceño estaba ligeramente fruncida. Aquello me embelesó tanto que apuesto a cualquier precio mi cara de imbécil en ese momento. Abrí la ventanilla para recibir el aire fresco. Estaba tan ebrio de su perfume que me juraba capaz de poder identificarlo entre una mezcolanza en una tienda comercial.


Con soltura, encendió la radio para sintonizar una canción que yo desconocí pero que ella cantaba entre dientes, I hate to bug you in the middle of dinner. It was a slap in the face how quickly I was replaced, are you thinking of me when you fuck her?... me puse nervioso. No hacía más que sonreírle tímidamente debido a la letra que pude traducir… me pregunté a quién le estaba dedicando la canción, porque era obvio que estaba dedicándosela a alguien y me alegré de no ser aquel por un instante. De pronto, en un semáforo en rojo, ella detuvo el auto y miró hacia la ventanilla a mi costado. Un restaurante chino. Mi bella alumna torció los labios en una sonrisa incierta que me hizo sentir escalofríos. Supe que había reconocido algo pero no quise indagar. No deseaba ser un entrometido.


Perdido en la profundidad de sus ojos verdes, sólo se me vino a la mente que deseaba comer algo allí conmigo y fantaseé como un niño. Sin embargo, cuando ella subió a la rampa con el carro, comenzó a retroceder hacia los autos estacionados. Creí que buscaría un espacio para ubicarse, y antes de poder preguntarle qué pretendía hacer, que por qué interrumpía nuestra clase de manejo, la hermosa joven aceleró contra un Porsche Boxster embistiéndolo en una de sus puertas. La dejó casi colgando de las bisagras y el vidrio se hizo añicos junto con el espejo. La alarma sonó a destajo. Me quedé de piedra, con la mandíbula descuadrada de pura sorpresa.


- Ahora este infeliz tendrá que llevar a esa puta en taxi- rumió ella con malicia.


Ignorando las blasfemias del cuidador de autos, volvió a poner primera y salió con total calma para retomar la avenida y continuar. Me eché a reír. Me había enamorado completamente de ella.