jueves, 11 de noviembre de 2010

Dos estaciones


A veces miro el cielo y me consuelo con la idea de que estás viendo el mismo atardecer que yo, pensando, soñando, en el mejor de los casos: recordando. Es una idea tonta si consideramos que con lo apurada que va la vida, con suerte tenemos tiempo de ver si lloverá o no, si usamos paraguas o no. Esta nueva primavera que invade el sur del mundo está vuelta loca. Hace días que despliega soles incandescentes para luego corregirse con lluvias frías que asustan a las golondrinas. Muchos reniegan contra el clima, a mí me parece divertida, diferente. Es como si el invierno romántico sólo quisiera conocer las flores abiertas, los árboles brotados y el césped recién nacido. Además, con la lluvia la cordillera se viste de blanco, un espectáculo que en noviembre no se veía desde hace años. Tal vez es una forma de retribución del invierno presentarle escenarios desconocidos a esta primavera tan escurridiza. Es un juego entre ambos, un juego que presenciamos y no apreciamos. Son impulsivos, como tú y como yo. Eres la primavera y yo el invierno, estaciones extraviadas por las calles de la ciudad que si nos encontráramos causaríamos la misma inestabilidad y sorpresa. Quizás es por eso que cuando excepcionalmente nos vemos todo pierde normalidad.