lunes, 13 de diciembre de 2010

Mi carta de navidad


Querido Santa,

Caminando por las calles de mi ciudad, el listado de mis requerimientos para esta navidad se ha ido transformando, evolucionando con el paso del tiempo. Primero pensaba en lo típico, algo útil- o inútil, según quiera verse. Ya sabes, una mochila, algún disco, uno que otro libro o un par de jeans para cambiar los viejos. Ahora, sólo quiero lo que no llevas en tu enorme saco de obsequios… sí, creo que esta carta será para joderte.

Me encantaría un nuevo año sin temblores, que la tierra se detenga al fin bajo nuestros pies para centrarnos y por fin encontrarnos. Nos hemos extraviado tanto en el camino, que nuestras brújulas ya sólo sirven para dar la hora. Me gustaría también sumar el silencio, esa pausa al ruido que nos vuelve histéricos. No hay nada mejor que el silencio para lograr inspiración, silencio para organizar la cabeza, leer un buen libro y dormir bien, sobre todo dormir bien. Incluso, hace falta el silencio para putear como se debe, porque entre tanto griterío y claxon de un mundo avanzado, a veces puteo y nadie me escucha. Esa no es la gracia.

Creo que abusaré de tu paciencia, Santa, y agregaré también algo de bondad, cortesía, un decibel menos de volumen a la voz ofensiva. Ya basta de esos agravios gratuitos que desplazan el Buenos Días y el Gracias tan gentil, basta de esas actitudes mariconas que restan sonrisas y oxidan la confianza. Quiero novedad, nada de ideas plagiadas o pintarrajeadas para pasarlas por originales. Quiero más inteligencia emocional que de negocios... ¿De qué nos sirve entender de procesos si no procesamos una forma de entendernos?

Si no te importa me gustaría añadir un poco de esa esperanza de la que tanto hablan, porque sinceramente, y viendo en cada esquina una carencia significativa, creo que se me agotó la reserva. Una inyección de fe movería mi montaña que se vino abajo con el pasar de los años. Quiero ver más niños corriendo tras un volantín, quiero ver niños jugando en la calle y no frente a una pantalla en un cibermundo de nadie. Este mundo puede ser suyo. Estoy dispuesta a canjear un poco de banda ancha por una banca más ancha para sentarme con mis amigos y conversar. No hay mejor ejercicio para la cabeza y el alma que la plática.

Y por último, quiero amor, pero amor del bueno, que salga de ese puto escondite en donde habita y se extienda sin control alguno. Quiero que predomine por sobre la inmundicia y la violencia, que no se justifique con celos, que acabe con el dolor, apague los incendios y detenga las inundaciones, que el único fuego conocido sea el interno y el agua sea provechosa colmando al sediento. Quiero un regalo de verdad, Santa, quiero mayor capacidad de almacenamiento pero en mi propia memoria, quiero capturar todo momento vigorizante y revivirlo cuantas veces se me venga en gana. Quiero una navidad de verdad, tiempo de calidad. Si pudieras envasar un poco de horas con una pizca de minutos a los cuales pueda echar a mano cuando haga falta, quedaría saldada.

Creo que ya es hora de que deje de joderte.
De antemano, muchas gracias.

No hay comentarios: