jueves, 14 de marzo de 2013

Mucho...



Afuera llovía sin descanso, pero era una lluvia suave, delicada, incongruente a los tosidos tuberculosos de los truenos resonando a lo lejos. Bebía de mi taza de té mirando la vida ocurrir desde mi ventana como quien admira la eclosión de una oruga a mariposa. Volteé un segundo para mirarte y dormías plácidamente sobre mi cama, entre el revoltijo de sábanas blancas. Sonreí. Mi corazón se recogió con violencia, igual a una ola más del océano inquieto. Me volví hacia el jardín nuevamente y me fijé en unas margaritas bañadas por el clima, parecían abandonadas a su suerte pero dignas gota a gota. Bajé, salí descalzo y corté una. “Me quiere mucho, poquito, nada”, dije mientras la deshojaba. Con cierto miedo, continué sin saber si conseguiría lo que estaba esperando. La angustia arrancó mordiscos de mi cuerpo y cuando deshojé el último pétalo, mi sangre reanudó su camino ante el resultado. Corrí de vuelta a la habitación para lanzarme a la cama y abrazarte fuerte.


-¿Qué pasa?- me preguntaste de manera somnolienta.

-Nada. Sólo boberías sin importancia...


No hay comentarios: