lunes, 7 de mayo de 2012

Después de una derrota...



Después de una derrota, inexplicablemente todo conspira en nuestra contra. La brisa se torna más helada, el cielo más lejano, el silencio más intenso y las rocas mucho más duras. Luego, piensas: no es el frío lo que me eriza la piel, sino la idea de no volver a sentir calor jamás. Y sumergida en esa mierda decides ponerte a llorar porque es fácil. Sin embargo, las lágrimas sólo lavan la cara. La sonrisa purifica el espíritu.

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