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Después de una derrota...
Después de una derrota, inexplicablemente todo conspira
en nuestra contra. La brisa se torna más helada, el cielo más lejano, el
silencio más intenso y las rocas mucho más duras. Luego, piensas: no es el frío
lo que me eriza la piel, sino la idea de no volver a sentir calor jamás. Y sumergida
en esa mierda decides ponerte a llorar porque es fácil. Sin embargo, las
lágrimas sólo lavan la cara. La sonrisa purifica el espíritu.
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