sábado, 25 de julio de 2009

Vacaciones de Invierno


Estaba feliz. Los días de invierno siempre fueron los mejores. Vacaciones, salidas por la ciudad con mis padres, algodones de azúcar, películas en el cine y juegos de balón con mis amigos. Disfrutaba del frío con mi nariz colorada y mi cabeza abrigada con un gorro de lana. Mi mamá se ocupaba de abrocharme bien el abrigo y recordarme que no olvidara mis guantes en ninguna parte. Mi papá me levantaba temprano para salir de compras. Me esperaba en el jardín con el motor de su auto encendido y yo corría para lanzarme con todo mi peso sobre el asiento del copiloto. Me aseguraba el cinturón y salíamos de la casa sintiendo la calidez del aire acondicionado subir por nuestras piernas. No había nada mejor que eso. Miraba a la ciudad correr por la ventanilla empañando el vidrio con mi aliento y dibujar cualquier cosa que se me viniera en mente. Esos días de frío los esperaba ansiosamente. Aquella mañana, sin embargo, mi visión del mundo habría de cambiar. Al doblar en una esquina vi a otro niño de pie contra un muro de ladrillos. Lloraba. Gemía. No entendía por qué. Para mí todo en aquel momento era alegría y los mejores días bajo un cielo pigmentado. A su lado, una señora arropada dormía encogida en el suelo. No se movía, ni siquiera parecía respirar. Supuse que era su mamá. El semáforo cambió a rojo justo cuando pasamos frente a ellos. Mi papá se detuvo y me dio el tiempo suficiente de observarlos a mi antojo. Le sonreí al niño en busca de comunicación. Él no me devolvió la sonrisa. Me sentí infinitamente ofendido.


- ¿Por qué no está contento como yo?- le pregunté a papá. Él se mostró serio. Carraspeó antes de hablar.
- Para muchas personas el invierno tiene otro significado, hijo.
- ¿Cuál?
- Un desafío.


No le entendí en ese momento, pero al ver a esa madre sumida en un sueño extraño, moribundo, supe que mi felicidad por los días de invierno no era más que una ilusión de quienes podían tener una calefacción esperando en casa. Me sentí miserable. Quise bajar y darles mi consuelo, pero la luz del semáforo dio verde y mi padre tuvo que avanzar tras los bocinazos apremiantes detrás de nosotros.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

O_o en este preciso momento me siento muy miserable.
._. Muy bueno, reconocible pero muy triste. me encanta como escribes, eso no es misterio.
Por hoy, ¿perdonaras mi cortante forma de expresarme?

Ondina dijo...

Yo también aprendí que para algunos la violencia tiene otro significado: es un estilo de vida :´(

Maravilloso y atinado, como todo lo que tú escribes. Un beso.

AnDRo dijo...

Gaby,
Por qué me pides perdón? Cada quien tiene una manera de expresarse según el día, el ánimo y todo eso. Descuida, Gracias por venir y comentar! ;)
Un beso!

Mud,
Gracias por tus palabras. Sobre lo que dices de la violencia, tienes toda la razón.
Un beso y cuidate. Espero leerte pronto!