viernes, 29 de agosto de 2008

Carta





“Luego de haber explorado este mundo por caminos diferentes, me siento en mi silla de siempre a observar el mar, enciendo uno de mis cigarrillos y me deleito con los detalles, los pequeños detalles. A decir verdad, nunca vi tan azul este paraje ni las nubes tan risueñas, el humo de mis bocanadas acompañan el perfil profundo de un pensamiento lleno de recuerdos, tal vez ya estoy muy vieja para eso, pero el antiguo baúl que es mi memoria no me deja en paz y de cierta manera lo agradezco en silencio”

“Hoy es un día que llevo tatuado en mi mente, con mis dedos trémulos y gastados deslizo mi lápiz por el papel dejando que la inercia me manipule a su antojo. Me pregunto si aquella persona, quien a recorrido las rutas de la vida siempre dos segundos antes que yo, se sentará en un lugar apartado para detener el tiempo y rescatarme del rincón sucio y oscuro que es el olvido... quizás no, pero me encanta creer que sí. Y esa persona eres tú, quien hoy cumple un año más de vida”

“Las canas me quedan bien, las tomo con gracia dejando que me invadan para alardear sabiduría y experiencia, me envuelvo en ellas y me digo a mí misma que son una ganancia, un verdadero tesoro. Mis arrugas forman una escritura que sólo Dios está dispuesto a revelarme, en mis sonrisas me tejen el rostro y en mis llantos se muestran como cicatrices de toda una vida. Te imagino con el tiempo sobre tu espalda al igual que yo, pero me es imposible. Siempre fuiste una estatua victoriana a la cual algo tan sacrílego como el desgaste no puede tocarla, el viento que me cala estos viejos huesos para ti es una mano invisible que mueve tu cabello para hacerte más bella aún, el recuerdo te guarda, mi cariño te rejuvenece”

“Hoy puedo ser una vieja melancólica que vive de sus escritos para salvar a aquellos que ama, puedo ser una mujer con mil historias y muchas risas para repartir, sin embargo no dejo de llorar por los días que se van ni de gritar por los que ya se han ido. Puedo ser una mejor amiga, de esas que desmenuzan su orgullo sólo para volver a oír una voz querida, para abrazar sin palabras, para leer un pensamiento; o puedo ser una peor enemiga, capaz de odiar, permitir que el olvido sea su compañero y su corazón un músculo de acero. Son ciertas cosas que conoces bien y que a pesar de los años no cambian como el cuerpo. Soy la misma vieja odiosa llena de curiosidades, obsérvame y verás en mí a esa niña que se aventuró a intentar ser parte de ti, mírame por que así sabrás que el tiempo no me vence ni me limita a acercarte siempre”

“No sé qué estarás haciendo ahora, pero antes de dejar mi silla y de mirar el mar quiero cerrar este escrito con letras de oro, aunque no estoy segura de poder hacerlo. Una vez lloré mis dolores en tu regazo, reímos ebrias de licor y recuerdos, dijimos cosas que hirieron tanto como sal en una herida y prometimos no separarnos abandonando toda crítica ajena... ¿Qué nos faltará por hacer? Quizás contarle a nuestros nietos que una vez existió un grupo de personas enlazadas por el destino, residentes de una esquina acogedora, pero que dentro de él dos personas no necesitaban hablar para conversar ni tocarse para sentirse... y ésas somos nosotras”

Para una de mis mejores amigas, Carla
27 de abril de 2004

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