viernes, 14 de agosto de 2020

 

Estamos hechas de tierra, de mar, de algas y de flores, el viento nos alborota el cabello y el cielo nos enmarca en un paisaje que es nuestro lienzo. Somos la rudeza de la tormenta y la suavidad del rocío, el recurso de amor inagotable de un planeta en eterno conflicto.

En la corteza de nuestra piel exigida se revela la historia del mundo, nuestros surcos son líneas escritas a fuego por el destino que nada las borra, nada las cubre. Eres belleza, soy belleza, somos belleza. La creación de la naturaleza no debe ser modesta, por la cresta. Somos dolor y placer, somos odio y demencia, somos olas que se recogen y revientan ante un sexo que también queremos. De la vida bebemos y de la vida nos embriagamos, estallamos en orgasmos que por ser tan perfectos son recordados.

Que tiemblen aquellos que nos cortan para su propio huerto, somos libres de crecer locas, que tiemble la muerte si nos acecha, que tiemble la sequía y la miseria, porque estamos hechas de tierra y la fuerza nos brota por los poros no solo en primavera.

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