martes, 15 de marzo de 2011

Romántico amigo


-Cásate conmigo- me dijo Akio. Yo me quedé absolutamente desprovista de palabras.- Por favor, sé mi esposa.- Nada, nada salía de mi boca. Con la mirada perdida y sorprendida, dirigí mi atención hacia el mar a pocos metros de nosotros y me extravié unos momentos en el suave romper de las olas.

-No lo sé, es muy pronto- le respondí viendo que su ceño se trizaba como el vidrio. Quise abrazarlo pero me quedé clavada en la tierra. Akio hizo el ademán de acariciar mi rostro pero regresó su mano al bolsillo de su abrigo desde donde la extrajo.- Veámonos mañana… aquí mismo… en nuestro lugar- le pedí como una absurda petición de tiempo. Se quedó mirándome unos segundos para luego asentir. Nos besamos y nos separamos arrastrando los pies. Yo en dirección al sur, él hacia el norte.

Veinticuatro horas después la tierra comenzó a moverse. Se oyó un rugido sobrecogedor desde el subsuelo y el mar simplemente se hartó de mantenerse al margen. El oleaje se transformó en una sola lamida violenta que empujó todo a su paso. Los escombros avanzaban por las calles, por las avenidas que yo recorría en mi bicicleta, por donde caminé con Akio de la mano mil veces, donde mi madre me llamaba para cenar: Natsumi, te estamos esperando, y yo me despedía de él con un beso volátil, casi culpable. El mar que había observado cariñosamente se había revelado para dejar en claro que tenerlo cerca es un alto precio a pagar.

Entre los despojos de mi casa, de la casa de mi vecino que no soportaba pero que rogaba ver con vida… corrí buscando a mi gente. Corrí de regreso a la plaza en donde me encontraría con Akio para darle mi respuesta y todo había desaparecido. El banco testigo de nuestro primer beso, el árbol que nos daba sombra en verano, el césped que nos aguantaba cuando rodábamos sobre él… tuve el paralizante miedo de haberlo perdido absolutamente todo. Debí decirle que sí cuando pude, debí decirle que sí cuando el mundo todavía rotaba lento, debí decirle que sí cuando el mar aún era mi romántico amigo.

4 comentarios:

Igor dijo...

Bello. Sorpresa. Qué bien has relatado la fragilidad. Y la fugacidad del hombre.
Saludos.

AnDRóMeDa dijo...

Gracias, Igor.
Es justamente lo que quería reflejar en este escrito.
Un beso!

El viejo bahúl dijo...

:) Genial! Me encanta la sensibilidad del texto!

Celene Alata dijo...

Me ha encantado, no he despegado mis ojos de cada palabra que has dibujado. Lo admiro!
Saludos!