jueves, 11 de junio de 2009

El retrato


Imagen: "Retrato de mujer" por Diego Rivera.



“Por ser la más hermosa del vecindario, Elena siempre recibía por parte de su marido algún reproche. Ella, de largos cabellos rojizos y labios henchidos, también se había convencido de las déspotas palabras de ese hombre sin siquiera cuestionarlo. No sabía por qué llamaba tanto la atención al pasar, no parecía darse por aludida de esos celos que provocaba en las mujeres, hablando de ella a sus espaldas, o del deseo incontrolable en los hombres que apostaban por tenerla. Elena sólo pasaba fugazmente como una exhalación, ausente y sonriente, mientras iba al almacén por las compras del día”

“José, su marido, la observaba de reojo al tiempo que veía el fútbol por la televisión. Ella caminaba por su lado dejando una estela de fragancia que lo embriagaba mucho más que el vaso de vino en su mano. Él enviaba a la cama a sus cuatro hijos de un ladrido y atraía a Elena del pelo exigiendo sus demandas de macho en celo. La mujer, acostumbrada a sus arrebatos, lo miraba desafiante sin siquiera resistirse. Una vez cumplido en la alcoba, Elena rompía en llanto anhelando que sus hijos no la oyeran. Sentía su corazón exhausto, sus latidos trabajosos y un dolor en su hombro que no conseguía apaciguar durante las noches. Una de sus hijas la había sorprendido en el baño una tarde respirando a grandes bocanadas y con la frente perlada de sudor. Elena no quiso mirarla a los ojos”

- “¿Qué te pasa, mamá?
- Nada, mi amor, tengo algo de calor... eso es todo- la pequeña se quedó unos segundos más sin mostrarse muy convencida pero Elena, antes de que pudiera decir algo más, la obligó a volver a la mesa para que siguiera comiendo junto a sus hermanos”

“Cuando se posterga la vida propia para hacer dichosa la de otro es difícil dejar de hacerlo, se transforma en una adicción y luego termina por pasar la cuenta. Por eso mismo, cuando el médico de la familia trató a Elena le advirtió sin rodeos de su deficiencia coronaria. No puedes tener más hijos, le dijo, y eso fue una bomba en los oídos de la mujer. Se quedó unos momentos en silencio creyendo que se trataba de una broma. El médico le propuso una operación simple que estaba generando excelentes resultados en Estados Unidos, quedaría como nueva en pocos días y la esterilización sería un éxito rotundo. Sin embargo, Elena cometió el error de consultarlo con José, quien de un sólo grito tronante le prohibió someterse a las salvajadas de esos ignorantes que sólo hacen experimentos para dejar de ser unos pobres diablos, bramó”

“Al pasar del tiempo, sus cuatro hijos pasaron a ser peligrosamente nueve. Elena después de cada embarazo sentía una palpitación menos en su corazón cansado, no lograba entender su extrema fertilidad que en vez de ser un milagro de Dios era una sentencia de muerte paulatina. José no percibía el desgaste de su mujer, mientras estuviera en casa fregando pisos y con buena disposición para la cama, todo estaba en orden. Celebraba su vida familiar con sus amigos en el bar cercano, bebía y bebía para después llegar pateando las puertas, maldiciendo a voz en cuello y reprochando a Elena infidelidades que él mismo imaginaba en su cabeza borracha”

“Una mañana de invierno, un artista caminaba por el vecindario vendiendo sus pinturas, ofrecía retratos y paisajes por unos pocos pesos escandalizando a los conservadores con su espesa cabellera. Nadie lo había visto por ahí, sin embargo el muchacho no se dejó amedrentar por las palabrotas que le lanzaban algunos viejos cuadrados que a destajo le gritaban comunista, pero sí por Elena, quien pasó por su lado sin siquiera notarlo. El joven se quedó enredado en sus pestañas, se hundió en la arena movediza de esos ojos indefinidos y sin intentar contenerse, la siguió hasta su casa como perro deslumbrado. La vio cruzar el jardín, besar a un niño en la frente, acomodar su cabello cereza y entrar angelicalmente por la tosca puerta. Alcanzó a detenerla sin decir mucho. La puso al tanto de su deseo por pintarla, de lo bella que era, de la musa que significaba y, exento de más palabras, besó su mano convencido de que estaba cometiendo un pecado”

“Era la primera vez que Elena escuchaba palabras tan dulces. Se sonrojó al instante y de un incontenible impulso accedió concediendo el anhelo de ese muchacho barbudo. Sentada en la sala, ataviada por una falda larga y delicada, su cabello había sido liberado sobre sus hombros como una cortina rojiza, viva. Sus labios delineados y la línea excitante de su cuello, sobrecogieron al artista reparando que la paleta de colores temblaba en su mano. Comenzó a pintar sobre el lienzo tras un grave suspiro”

“Al terminar, el joven se quedó observando su trabajo unos instantes, luego lo giró para que Elena pudiera verlo y sin poder traducir su emoción en palabras, sonrió vigorosamente con lágrimas derramándose por sus mejillas.

- Es un regalo para usted- le dijo de pronto. Ella se negó- Por favor, Acepte. La experiencia y mi desconcierto por usted son mi ganancia. Acéptelo- Elena lo recibió e impulsada por una fuerza descomunal, depositó un beso poderoso en esos labios jóvenes, frescos y desconocidos”

“Al rato, cuando José llegó del trabajo y vio el cuadro apoyado contra una pared, le dio una rabieta que logró espantar hasta las ánimas. Cogió el lienzo entre sus manos, lo miró por breves segundos y lo lanzó al otro extremo de la casa. Sacó un cuchillo de la cocina arremetiendo absurdamente contra la tela una y otra vez, gritaba improperios de camionero bajo la mirada absorta de sus hijos que no entendían qué diablos estaba pasando. Cuando acabó de destruir el cuadro, un nudo en su garganta le quebró la compostura, dirigió la mirada hacia su mujer y sin esperarlo cayó a sus pies para llorar como un niño. Perdóname, perdóname, decía abrazándole las piernas, perdóname, te amo tanto; Elena cerró sus ojos creyendo que no podría soportar más el dolor que atenazaba su hombro izquierdo...”






Desperté sobresaltada, con mis anteojos puestos y el libro que leía abierto de par en par sobre mi pecho. Noté que tenía una sensación extraña revoloteando mis entrañas.
- ¿Qué pasa?- me preguntó mi madre.
- Soñé con la abuela- dije sin pensarlo- Nunca había soñado con ella- Mi madre me sonrió.
Salimos de casa a visitar al abuelo José, el frío de la tarde me quitó la pereza y el cielo engordado de nubes me llevó a cerrar mi abrigo por instinto. Llegamos en poco tiempo, cruzamos el umbral de la vieja puerta hablando de cosas triviales cuando al levantar la vista mi pulso se detuvo. En la pared principal colgaba el lienzo con el que había soñado.
Allí estaba la abuela, a quien no había alcanzado a conocer. Gozaba de un semblante altivo, labios carmesí, cabello abundante que explotaba alrededor de su cabeza y la hacía más hermosa de lo que había soñado. El cuadro mostraba reparaciones minuciosas, como paciente labor de acupunturista. Decenas de adhesivos unían todas sus partes y rajaduras. Me quedé muda, de seguro con expresión estúpida.
- ¿Y ese retrato, papá?- le habló mi madre- No recuerdo haberlo visto.
Mi abuelo no respondió. Con mucho trabajo se levantó de su silla, caminó hasta el lienzo, lo observó por largo rato y agotado volvió a sentarse. Una vida de arrepentimientos debían de pesarle bastante.

10 comentarios:

Ondina dijo...

¡Claro, claro! Lo supe desde las primeras líneas. ¡Ay, amiga, me ha nacido el impulso de contestar a este escrito!

Precisamemte hoy yo estaba recordando a mi abuela, y hace unos días visité la casa de Frida Khalo y Diego Rivera. Su olor a historia me hizo inevitablemente evocar a mi abuela, que era contemporánea de ellos dos...te prometo escribir al respecto...pronto.

Besos y abrazos.

Anónimo dijo...

Pequeña Isabel.... Esta Historia me es muy conocida, Te felicito realmente por plasmar esa historia y todas las demás, como solo tú sabes hacerlo... te deseo lo mejor del mundo y que Sigas escribiendo, mucha fuerza.

Tu amigo anónimo...

Natalia A. Jiménez D. dijo...

Antes que nada, déjame decirte que soy fiel seguidora de tus escritos. Me parecen llenos de sentimientos, de raciocinio y al mismo tiempo, de cosas difíciles de describir. ¡Mil felicitaciones! Llegue a tu blog, y me ha encantado. Espero sigas escribiendo. Muchas gracias.

Natalia

AnDRóMeDa dijo...

Mud,
Sabía que reconocerías la historia al instante. Todo lo que hemos conversado por horas sabes que posiblemente termine inmortalizado en páginas, son herramientas de inspiración, ya lo sabes. Recuerda que tenemos un proyecto que llevar a cabo.
Un beso enorme!

Señor,
Gracias por pasarte nuevamente por mi loco espacio, victima de mis delirios repentinos. Esta historia bien la conoces, tenía que contarla de alguna manera. Aunque sólo es una parte de un gran abanico de acontecimientos.
Gracias por tus palabras. Un beso y cuídate!

Natalia,
Gracias por comentar aquí, realmente me has sorprendido. Me honra que restes un poco de tu tiempo para venir y leer mis desvaríos. Espero poder retribuirte de alguna forma. Bienvenida a mi espacio!
Un abrazo desde las invernales tierras del sur ;)

Diego Jurado dijo...

Hola Andro.
Muy tuyo. Muy de tu estilo. Bello retrato. Hermoso y triste final, al tiempo.
Un placer leerte, como siempre.
Un beso.
Diego

AnDRo dijo...

Gracias, Diego,
Me halaga y alegra saber que te ha gustado esta breve historia que tiene mucho de veracidad, por cierto. No hay mejor novela que la misma realidad.
Espero seguir leyéndote, mi niño. Ojalá platiquemos pronto y cuidate mucho, si?
Un beso enorme para ti!

Anónimo dijo...

Ô_Ô
vaya!! Me gustó mucho, ciertamente eres inigualable Andro. Tienes un toque poético hasta en los zapatos.
Me había ido de parranda y me perdí de mucho, perdona xD acá ando de nuevo.
^^
espero leerte pronto.

AnDRo dijo...

Gaby,
Gracias por pasar por aquí. Se te echaba de menos, mi niña ;)
Espero que estés bien y sigamos en contacto. Cuidate mucho
Un beso!

CecilB dijo...

No sabía de la existencia de este blog! O_O Lo encontré de casualidad por el blog de la loca de mierda ¬¬
Y por supuesto me puse a leer...muchos escritos q no leí q quiero leer ahora y sin mcuho tiempo :(
Pero leí el de la plaza Constitución tan lindo, el relato dedicado a México muy emotivo, el del Principito tan cierto y éste...ya había escuchado la historia, pero qué lindo escribió por Dios. Me encantó...mucha mezcla de sentimientos...
Hacía mucho q no leí sus escritos, doña. Me hacía falta, me doy cuenta...
Siga, por Dios, siga...
Besote enorme!
La quiero mucho...
Ce =)

AnDRóMeDa dijo...

Mi querida Ce,
Bienvenida a mi blog...
Hace un buen tiempo le había comentado de este espacio. Qué bueno leerla por aquí, espero que le gusten estos desvaríos que me sirven para "romper el vidrio en caso de emergencia" ;)
También la quiero mucho.