martes, 17 de febrero de 2009

De lealtad y otras canciones


¿Qué son esas descargas de adrenalina que me manejan los movimientos y me obligan a tocar mi guitarra?... ¿Es el deseo de oír música o es la interpretación de mis sentimientos en negras, blancas y corcheas?

Muevo los dedos sobre las seis cuerdas a rítmicos tiempos oyendo resonar la caja como una cueva pletórica de ecos. Sonrío satisfecha y le canto al silencio como mi leal compañero.

Me burlo de mi incansable deseo de acercar a quienes están lejos, me dedico a cantarles a voz en cuello como una esperanzada militante en contra del olvido. Espero con famélica ansia que entre el bullicio de la ciudad me puedan escuchar y acompañarme en alguna estrofa alegre y contagiosa.

Mi guitarra ya suena gastada, sé que está cansada de liberar armonías que muchas veces se estrellan con la nada. Se preguntará una y otra vez si vale la pena seguir con la fiesta o si es hora de empacar para ya jubilar. Sin embargo, pese a ello es la única que si le insisto me sigue… si le insisto me cumple… si le insisto se queda y canta conmigo…

4 comentarios:

Diego Jurado dijo...

Hola Andro.
Me gusta este escrito, y el hecho de que aportes tus reflexiones. Es precioso, por otro lado. La guitarra tiene alma, sensibilidad, "duende" que diría Lorca, cuerpo de mujer, de ahí quizás que sepa decir lo que dice, que sea lo que es.
Un placer.
Un beso.
Diego

Anónimo dijo...

Hola mi niño... Gracias x pasar por este escrito. Como bien dices, la guitarra tiene alma y sensibilidad... se puede apostar más leal que muchos en momentos de soledad.

Te mando un beso también ;)

Borrero dijo...

Muy atinado lo que escribes, no hay duda existe una conexión entre los dedos en el diapasón y el estado de ánimo, si el silencio es tu compañero, entonces la música también es silencio.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Gracias, Borrero por tus palabras. Es cierto, la vida está llena de paradojas... eso es lo que le da sabor a los escritos ;)

Gracias por tus palabras.

Un beso