viernes, 11 de junio de 2010

Tinta y licor


¿Existió alguna vez una maldita razón para amar?... ¿Qué he conseguido con amar?, se preguntó ella. No quería escribir sobre cosas tristes, no quería hacerlo porque eso demandaba tiempo, esfuerzo y una puta nueva arruga en su ceño. Sin embargo, la pluma en su mano bailaba sobre el papel de un lado a otro. ¿Existe alguna verdad en la que pueda confiar?, ¿Pasaré el resto de mis noches oyendo a la puerta de mi corazón cerrar?... Las nuevas preguntas resonaron por todas partes como truenos roncos en lo alto del cielo. Desviando su atención del texto, se sirvió un nuevo vaso de licor con sus dedos sucios de tinta negra. Bebió un sorbo sintiendo que el líquido le calentaba la garganta al pasar. Bien, su mente comenzaba a nublarse, comenzaba a ralentizar los pensamientos que la sometían con descaro. Eso era lo que estaba buscando. Las hojas de los árboles se sacudieron gracias a un viento estival que acallaba el invierno. Parecían retazos de estaciones intermitentes afuera de su ventana. Ella volvió a escribir pero reparó que la tinta estaba por terminarse Respigó su nariz y maldijo su mala suerte. No había nada más patético que una escritora ebria, herida y sin tinta para sanarse.

1 comentario:

Aldana dijo...

"Respigó su nariz y maldijo su mala suerte. No había nada más patético que una escritora ebria, herida y sin tinta para sanarse."

Mmmmm, más que "patético" creo que "romántico" podría reemplazar esa frase.