martes, 12 de agosto de 2025

Falda o pantalón

 


Santiago, Chile - 1960

 

Luego de cruzarle la cara a su hija de una cachetada, el hombre salió de su casa, emputecido. Masticaba garabatos en voz baja, apretaba sus puños preguntándose qué había hecho mal como padre. ¿Quién carajo se cree que es? ¿Ahora vestirse como una marimacha es moda? ¿En dónde se había visto pantalones en mujeres? ¿O faldas en hombres? – rumiaba mientras cruzaba las calles de Santiago rumbo al bar que acostumbraba.

Desde Europa había llegado una tendencia que ponía en jaque la virilidad con sólo envolver las piernas femeninas con tela. Él, enceguecido por la rabia, no podía creer que una hija suya formara parte de ese grupo de locas desviadas. Unas huevonas con más voz que oficio no vendrían a enseñarle a él cómo son las cosas.

Sin pensar con claridad, giró equivocadamente en una esquina y se vio en un callejón que no reconoció. En un rincón, un grupo de sujetos lo vio extraviado y aprovecharon esa vulnerabilidad para írsele encima con el objetivo de quitarle su dinero. Lo patearon, escupieron y golpearon. Él trató de cubrirse como pudo con sus brazos, pero los embistes eran demasiados y desde todos lados sin descanso.

De pronto, el agredido escuchó golpes ajenos que no impactaban en él. Con la mirada borrosa, vislumbró la figura de una mujer grande que repartía puñetazos a diestra y siniestra, alejando a sus agresores en cuestión de segundos. La tortura terminó, por fin él pudo respirar para incorporarse, entender y agradecerle a quien lo había auxiliado. Su sorpresa lo paralizó.

-       - Tenga más cuidado, señor – le dijo un tipo joven que llevaba vestido largo e impecable maquillaje – Esta ciudad está llena de gente mala. En su caso por dinero, y en mi caso… por ser yo.