miércoles, 4 de agosto de 2010

Cállate, mimo!


Ayer vi a un mimo discutir casi a gritos en el Centro. Inconteniblemente me sonreí ante la ironía y pensé que el mundo se había invertido, que por fin había enloquecido. Esperaba que en cualquier momento los perros maullaran, que los gatos ladraran, que las palomas lanzaran migas de pan y que los transeúntes las picotearan en el suelo para alimentarse. Observé al mimo a sus anchas mientras escupía maldiciones, garabateaba a fulano y enrojecía bajo su maquillaje blanco. Todo un Marcel Marceau de las puteadas. Se veía tan gracioso y artísticamente atrayente. ¿Cómo ha de estar Santiago de estresado que hasta los mimos han tenido que hacerse escuchar? Ya no bastan los gestos, los ademanes, los juegos de imitar a la persona que pase; ahora hay que gritar y aletear como pollo para formar parte de este teatro de absurdos, sin telón ni público. Ahora no me sorprendería ver que la estatua humana se bajara de su podio, sacara dinero de su tarro y se subiera al autobús rumbo a su casa. Ah, no… sí lo hace, es que mezclado entre los pasajeros de cara endurecida casi no se distingue.

2 comentarios:

Ondina dijo...

Tu post me toca en un punto muy sensible: el silencio. Felicidades, Andro, como siempre y por siempre ;)

AnDRóMeDa dijo...

Amiga,
Qué gusto me da leerte.
Gracias por acordarse de esta humilde servidora.
Un abrazo!