Y cuando la conoció todo tomó otro color,
otro sentido y dimensión. De esa mirada profunda, insondable, como dos ciénagas
de vida extensa y dolores impensados, se quiso aferrar. No encontró en otra
parte sonrisa más ancha, vasta cual ocaso que derrama su oro fundido en el agua
y enciende la marea. Todo se vio aterrador, demasiada perfección para
aguantarla, demasiada locura para la coherencia ajena. Trató de negarse, de negarla,
cerrar los ojos y caminar en dirección opuesta huyendo de ella, pero el sol
derretido hizo lo suyo y en cada rotación del mundo dibujaba su rostro en nubes
quemadas. Nada qué hacer, todo qué perder y una vida por ganar.
Imagen de la artista Cecilia Flaten, "El sueño de Balder"
1 comentario:
Precioso. A eso llamo yo enamorarse. Sin cerebro, solo con el instinto de que es ella. Precioso.
Publicar un comentario