No le molestaba la mentira, sino que el tono a verdad que escuchaba en ella. Cerró la ventana para evitar el viento helado del mes de agosto pero dentro de aquella habitación y con esas palabras enemigas llegando a sus oídos, sintió más frío de lo que esperaba. El engaño le volvió la piel de gallina mucho más que el mismo invierno.
viernes, 5 de agosto de 2011
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2 comentarios:
El problema no es decir mentiras. El problema es que nos las creemos.
Muá.
Exacto, amiga, la mentira no existiría si no hubiese alguien convencido por ella.
Un besote y gracias!
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