Escrito a pedido de mi amiga, la artista mexicana Hortensia Martínez: Si el apocalipsis fuera ahora.
Hay sangre y saliva en el cielo, me digo en voz baja. Dejo
las cortinas corridas y me siento en el amplio marco de mi ventana. Con la
mirada pegada en las nubes hechas jirones, sé que ha llegado ese momento en que
nada y todo importa al mismo tiempo. Me hubiera gustado haberte conocido mucho
más, haberte entendido sin cuestionar y apoyado más que buscar tu apoyo. Tal
vez he sido egoísta contigo y he refugiado mis temores en páginas tanto
escritas como en blanco, en divagancias y no en el grano. Ahora, sobre mi
cabeza, se abre una boca abrumadora que ridiculiza hasta al más soberbio
cayendo de rodillas. Lo poco que sabemos acaba y sólo podemos lamentar que no
hemos concluido absolutamente nada. Veo miedo, absurdos intentos por corregir
lo hecho y gritos que claman por algo que jamás creyeron. Nunca pudimos ser
humildes para pedir una disculpa, para pedir ayuda, para felicitar o para amar
sin pensar.
Me pregunto si a mis treinta años ante tus ojos merezco cada
año cumplido, si he aprovechado cada uno de los diez mil y tantos días como se
esperaba en la vida. No quiero hacer un repaso de mi existencia como una
maldita película de ocho milímetros y ensalzarme con añoranza y arrepentimiento
que se vuelven baratos y muy usados. Prefiero sentarme a debatir contigo mis
puntos de vista, tal como una entrevista. Sonrío ante esa idea y el cielo
parece quemarse más todavía. El calor de un sol embravecido me perla el rostro
imaginando las brasas de un fogón fuera de control. Hoy es el punto aparte de
una lectura que nos parece extensa pero en realidad es tan corta como un lema.
Quiero pensar que fui honesta sobre mí misma en todo
momento. Mala, buena, perra, tierna, da igual. Quiero pensar que abracé de
verdad, amé con el corazón y lloré con fuerza. Quiero pensar que cada palabra
que escribí fue escrita con tinta de mi sangre, que la escritora en mí me
perdone por cobarde y que las personas que reunieron mis brazos sepan que puedo
vivir con la cabeza metida en ficción pero con el alma repartida en ellos.
Quiero pensar que las distancias no importan, nunca importaron, que el amor es
amor como venga y que tú me conoces como nadie. Si ese cielo, amenazador y
violento, se nos viene encima con todo su peso, si ese aliento caliente que nos
sopla la cara es un final, quiero que sepas que nunca te mentí porque sabes que
ante Ti soy una pésima actriz.
Imagen titulada: "La Luz de Ingeborg", de Cecilia Flaten.